QUE SABE PETER HOLDER DE AMOR

Me pongo de pie y comienzo a saltar. Me dejo llevar por la música. No soy un mulato, no soy un albino. Nadie me detendrá. Pedro también baila, Ana, Marilyn, todos, con nosotros está el espí­ritu de Antonia. Su cabello albino, como una de las últimas guerreras del Kalafquén, ocultando sus ojos negros. Sus delgados huesos. Su sonrisa. La melancolí­a profunda de quien sabe que va a morir joven y nunca hizo un puto alarde de inmortalidad. Bebemos. No sé dónde estás, Antonia Hueicha, pero tú estás conmigo siempre.